El pescador que se hace
millonario
con el vómito de un
cachalote
Al cumplir
los 18 años, Jalid al Sinani se hizo cargo del modesto barco que durante
décadas había servido a su padre para alimentar a su prole. Heredó entonces un
solitario oficio que durante 20 años ejerció sin sobresaltos faenando en las
aguas cercanas a Qurayat, una pequeña aldea de pescadores a 83 kilómetros al
sureste de Mascate, la capital del sultanato de Omán. Una vida de sacrificios y
estrecheces que hace una semanas sufrió un giro inesperado.
"Estaba
terminando de pescar cuando percibí un olor muy desagradable a lo lejos. Me
acerqué y ahí estaba, desparramado en el agua", nos relata Jalid, eufórico
aún por su afortunado y fortuito descubrimiento.
El tesoro
que halló flotando en el mar es tan cotizado como infrecuente: un generoso
ejemplar de ámbar gris, el vómito que raramente expulsan los intestinos de los
cachalotes. El marinero omaní, de 38 años, encontró la secreción biliar aún
fresca. "Al verlo y percatarme de lo que era, busqué unas cuerdas y lo
recogí. Lo cierto es que no me costó demasiado trabajo. Era bastante sólido y
pesaba cerca de 75 kilos. Una vez en el barco, emprendí el regreso a
casa", detalla Jalid, dueño de una embarcación que apenas supera los seis
metros de longitud.
El padre de
cuatro retoños llegó a puerto, con el vómito confinado. Tras acudir a varios
vecinos y confirmar la mercancía, la arrastró hasta su hogar, donde la masa
blanduzca comenzó a transformarse. "Con el paso de los días el ámbar
cambió de olor y se volvió agradable", comenta Jalid, que acepta
retratarse con la tradicional túnica
blanca omaní.
En la foto,
las raciones de la secreción aparecen esparcidas por el suelo de una diminuta
estancia con las aspas de un ventilador en primer plano. "Los estoy
dejando secar. Los he cortado en pequeñas piezas. Hay algunos fragmentos que ya
están secos pero la mayoría necesita todavía tiempo", admite el marinero.
"Realmente no sé para qué se utiliza. Dicen que se usa para elaborar
perfumes e instrumental de las operaciones médicas. Mi objetivo es venderlo al
mejor precio posible", avanza el pescador, dedicado a cuidar su nueva
alhaja.
En los
últimos días el hallazgo ha mudado de piel: se ha vuelto más grisáceo y ceroso
y despide una fragancia dulce, terrosa y marina. Hay quien la compara con el
olor intenso del isopropanol. La mudanza también ha disparado su precio. "Si
es de buena calidad, el kilo se compra a 15.000 riales omaníes (unos 35.800
euros)", confiesa el agraciado. Si lograra cerrar una transacción tan
ventajosa, Jalid podría embolsarse más de 2,6 millones de euros. "De
momento, he recibido una oferta pero me han pedido primero una pequeña muestra
para examinar su calidad", replica con cautela.
Hasta la
fecha, la mayor pieza localizada pesó 454 kilos y data de 1912. Según el
biólogo estadounidense Christopher Kemp, autor de Oro flotante, una historia
natural (y antinatural) del ámbar gris, la posibilidad de hallar esta sustancia
es remota: su formación requiere años y sólo el 1% de los cachalotes la
producen como reacción a la irritación que causa en el estómago la ingesta de
los negros picos del calamar, el principal ingrediente de su dieta, y de otros
objetos duros y afilados. Tras ser expulsada, la bilis puede tardar otros
tantos años en tocar tierra. Los principales hallazgos se han registrado en el
océano Atlántico, en las Bahamas, pero también en las aguas de Nueva Zelanda o
las Maldivas.
OTROS MILAGROS
"Es
usado como ingrediente en la elaboración de perfumes y para otros propósitos
más esotéricos en zonas remotas del mundo. En el mercado se puede vender a
hasta 20 dólares por gramo dependiendo de su calidad (el gramo de oro cotiza a
40 dólares)", escribe Kemp, que durante dos años recorrió el planeta en
busca de pesquisas sobre esta fascinante joya de la naturaleza.
Jalid no es
el único omaní tocado por el milagro. Hace un año dos vecinos se toparon con
una pequeña cantidad en las tripas de un cachalote muerto que había quedado
varado sobre una playa del sur del país, ubicado en un rincón del golfo
Pérsico, regido por el anciano sultán Qaboos y habitado por unos cuatro
millones de almas, el 40% extranjeros. La pareja vendió el mejunje por 190.000
euros a un comerciante local. Su destino no se halla lejos. Omán es tierra de
perfumes.
Desde que la
brisa marina le llevara hasta el tesoro, ha cambiado de opinión en varias
ocasiones. Se le ha pasado por la cabeza renunciar a las largas jornadas en el
mar y sumergirse en el próspero negocio inmobiliario. Ahora, sin embargo,
litiga para que el ámbar no trastoque su existencia de salitre y amaneceres:
"Seguiré trabajando como pescador. No lo voy a dejar. Llevaba muchos años
esperando dar con este tesoro, desde que empecé a salir al mar con mi padre.
Ahora sólo puedo dar gracias a Alá por este golpe de suerte".
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